domingo, julio 22

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Me siento, de sentar.
Despiadada, desquiciada. Se me vino encima la pérdida de color.
Histerismo convulsionado, incertidumbre gemebunda.
Manos con etiquetas añejas, pero bienhechoras.
Exactitud privada.
Escaseo de redacción en las muchas ideas,
se descontrolan, se disipan.

Se le gastaron las manos al escalador.
Ignorante, bruta ignorante.


Escuchaste mi piano soltando la melodía más lenta y menos elaborada
pudridora de frutos secos,
criminal.
Mató a la esperanza que se subió en el tren anterior.
La melodía fue, lo sé.


Giraré alrededor del lugar del asesinato y creeré otra vez que componer me independizó de esto, de aquello, de lo que venía, de lo que ya no más.
Sin saber más. Ignorante.


Tengo un zapato que marcha solo adelante,
otro que pasea en sentido inverso a la última huella, y ya se extrañan.
¿Complemento/Reflejo?
Menos mal que uno era derecho, y el otro izquierdo.


Descalza.

Inmóvil.

Sentada.


Cuando no alcancé a percatarlo,
cuando me perdí en el experimento,
cuando el perro seguía ladrando,
cuando no habían más botones,
como cuando a Don Silvio se le perdió su unicornio azul,
el que dejó pastando.



Que el frío no me dé frío.


Amén

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