Como cuando escucho, y –aunque en irrisorias ocasiones- uso la palabra amor y derivadas: nadie me saca el bicho de que a esas palabras se les perdió el significado. Sí, anda en muchas bocas la suelta esa. Amor acá, amor allá. Si hasta nombrarla me es incómodo. Amor. AMOR. amor. Amor (Ou! ¿A alguien le pasó algo al leer eso, o definitivamente no es lo mismo escribirlo que leerlo?). Incluso al revés –señal de “no-pauta”, diré- suena más linda. De brazos largos y cortos, tan capaz de agarrar a cien como agarrar a sólo uno, de atascar definiciones, de autocorregirse, de quebrar conceptos. Según lo que veo y escucho de la tevé, de jesusito, de las revistas, monitos educativos, canales irreverentes y farsas varias -que es exactamente lo que se le mete por los codos a cualquier persona que intenta no prestarles atención-, el amor es tan infinitamente inmenso y asequible a tal punto que nos podemos cobijar en una especie de lazo común para sentir el efecto. ¿Que seré la única en juzgar que es precisamente la característica de “infinitamente diminuto, por tanto, casi igual de infinitamente dificultoso arrimársele” –característica que, viniendo al caso, atribuí muy suelta de tirantes- es la que la reserva de mi vocabulario y de paso le quita el maldito caché manoseado a la palabrita?
Arreglar”.
1 comentario:
gracias por tu visita, hazlo cuando quieras, chau!
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