viernes, julio 27

Mi queja inocua


Como cuando escucho, y –aunque en irrisorias ocasiones- uso la palabra amor y derivadas: nadie me saca el bicho de que a esas palabras se les perdió el significado. Sí, anda en muchas bocas la suelta esa. Amor acá, amor allá. Si hasta nombrarla me es incómodo. Amor. AMOR. amor. Amor (Ou! ¿A alguien le pasó algo al leer eso, o definitivamente no es lo mismo escribirlo que leerlo?). Incluso al revés –señal de “no-pauta”, diré- suena más linda. De brazos largos y cortos, tan capaz de agarrar a cien como agarrar a sólo uno, de atascar definiciones, de autocorregirse, de quebrar conceptos. Según lo que veo y escucho de la tevé, de jesusito, de las revistas, monitos educativos, canales irreverentes y farsas varias -que es exactamente lo que se le mete por los codos a cualquier persona que intenta no prestarles atención-, el amor es tan infinitamente inmenso y asequible a tal punto que nos podemos cobijar en una especie de lazo común para sentir el efecto. ¿Que seré la única en juzgar que es precisamente la característica de “infinitamente diminuto, por tanto, casi igual de infinitamente dificultoso arrimársele” –característica que, viniendo al caso, atribuí muy suelta de tirantes- es la que la reserva de mi vocabulario y de paso le quita el maldito caché manoseado a la palabrita?

Si me preguntan cual es la palabra más rara del vocabulario, diría que esa.

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¿Y eso?

Que todo calce, que todo brille en aire opaco, ¡que ya no bailen en mis pestañas! Ya mucho basta para amortiguar mi paranoia de despertar sin luz ni viento fresco. Extraño ese minúsculo ardor que entraba desde afuera a mi cama de día, esa iluminación que se restringía por el marco de la ventana para hacer nuevas siluetas de noche, ese ruido del coche, ese olor a sol. Pues claro, no es que yo ahuyente ese escenario, ni que él se rehúse: la culpable es la cortina. Regordeta, la desgraciá. De esas que la sostienen y levantan, como reina abusadora, tres pobres y debiluchos arneses. Se irritó, se gastó el cordelito, se suicidó desde la cenefa, cortó el cordelito. Game over.
Creo que ya hice mi tiempo de luto –de lenta, confieso-, así que se hace meritorio, luego de darme cuenta de la disociación, anotar en palma entera nueva tarea para mañana:

"Arnés firme para la gorda culpable!
Arreglar”.




1 comentario:

Nestabob dijo...

gracias por tu visita, hazlo cuando quieras, chau!